Óleo y pincel.

Hola, ¿nos vemos hoy?


 Los recuerdos me atacaron una vez más. No calmó mi ansiedad verte. Ni ese abrazo pudo conmigo y mi fortaleza. Pasé tanto tiempo intentando borrarte de mi mente que guardé en mi corazón todo lo que tenía que ver con vos. Roces, miradas, instantes, dibujos.

Dibujos.

 No me sirvió de mucho, claro. Siempre fui torpe, ¿te acordás, no? Siempre te reías de eso. Solías decirme que era tímida y que eso te llenaba de ternura, aunque yo nunca lo interpreté así. Para mí fue siempre torpeza, imposibilidad de hacer bien las cosas.

Hacer bien las cosas.

 Ni siquiera sirvo para decirte adiós. Es decir, lo dije, quise que así fuera. Fue cuando vos primero que nadie supo qué tan grande sería, con el tiempo, esa mentira. Mi mentira. Hoy hemos vuelto a vernos. Volví y volviste.

Volviste.

¿A qué?

 Entre las muchas frustraciones que recogí con los años, encuentro como una de las peores a nunca saberme espontánea. Siempre pienso mucho las cosas antes de hacerlas, decirlas. E increíblemente siempre me salen mal. En verdad, esto no lo entiendo. Me gustaría que supieras que cuando regresé a casa, mis manos tomaron el teléfono. Estaba decidida a gritarte todos mis miedos, pero las letras y el brillo de la pantalla me marearon un poco. ¿Qué cobarde, no? Imaginé muchas veces aquella situación. Vos me decías -repetias- todo lo que por mi sentías y yo, de una vez por todas, te dejaba entrar en mi vida. Pero nunca me atreví a hacerlo. 

 Escribí muchos textos sobre cobardía, ¿sabés? sobre cómo será posible que la gente no quiera apostar al amor. Y mírame ahora. Me convertí en ese ser humano que tanto he aborrecido por años. Quizás, muy en el fondo, siempre supe que yo pertenecía a aquel montón de seres insensibles, destinados a la mediocridad del corazón. 

Corazón.

 ¡Sí! ¡Llegué bien a casa! Escribí. Si supieras que no, no estuve ni estaré bien luego de verte. Mucho menos tuve el ánimo que los signos de exclamación denotan. Que ridícula me hacés sentir. Ridícula, torpe. Ahora sí, tímida. 
 Ojalá pudieras tomar un pedacito de mi vida y convertirla en arte junto a la tuya. Ojalá tuvieras el poder de hacerme ver con tus ojos de artista lo bello que sería amarnos, permanecer, estar.  
 

 Pero pensarte me aterra. ¿Qué se esconde en mi corazón? No, mejor no respondas. Sé que averiguarlo es todo lo que quisieras en este momento. 

Convénceme, por favor.



 






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